miércoles, 28 de diciembre de 2011
Ancla: la información clandestina como resistencia a la dictadura argentina
Mientras el pesado plomo de la dictadura militar caía sobre Argentina, un puñado de periodistas y militantes revolucionarios emprendió una de las experiencias de comunicación clandestina más importante en ese país.
La Agencia de Noticias Clandestina (Ancla) tuvo una corta pero intensa duración, esquivando el asedio del aparato represivo que la Junta Militar multiplicaba por todo el territorio argentino. Encabezada por el periodista y militante de la organización Montoneros, Rodolfo Walsh, Ancla tuvo la virtud de informar sobre el silencio que sobrevolaba el país en 1976, primer año del régimen militar que duró hasta 1983.
La historia, el funcionamiento, las voces de sus protagonistas y el análisis de este medio, son los pilares que la periodista Natalia Vinelli profundiza y quedan plasmados en el libro Ancla. Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh, editado por El perro y la rana, en la colección Alfredo Maneiro.
En la investigación, la autora indica que Ancla tenía un triple objetivo: propiciar la participación popular en el proceso comunicacional "en tanto fuentes y retransmisiones de la información", funcionar como medio de contrainformación y convertirse en "instrumento de acción psicológica contra el poder económico y financiero".
En el apéndice del libro también se pueden leer algunos de los despachos que emitió la agencia, donde resalta la calidad informativa y de redacción, además de la línea política utilizada, que busca en todo momento agudizar las diferencias entre las tres ramas de las Fuerzas Armadas que integraban la Junta Militar.
Ancla se centró en las denuncias contra las violaciones a los derechos humanos que cometía la dictadura, y que tuvieron repercusión, principalmente en el exterior, debido a la férrea censura impulsada por el régimen castrense.
Pero los despachos de la agencia clandestina llegaban a las redacciones de los grandes medios del país y quedaban atrapados por el silencio, lo que demostraba la complicidad de los dueños de esas empresas con el régimen militar.
Vinelli recuerda que entre junio de 1976 y el mismo mes de 1977, Ancla envió 200 cables, que en su mayoría fueron ignorados por los diarios y canales de televisión.
La autora analiza que la agencia dirigida por Walsh tenía una clara línea política en el marco de la resistencia a la represión estatal: "Ideológicamente la elección de un género textual no es inocente, por el contrario, implica un posicionamiento social: desde la elección de una agencia noticiosa como forma de funcionamiento, Ancla reafirmó su condición de ser la primera en recibir información. A su vez, el género le dio la posibilidad de construir información produciendo un efecto de objetividad. Ese efecto fue aprovechado para escribir sobre 'los secuestros y otros métodos ilegales', de forma tal que le hacía decir a sus informantes aquellas cosas que Ancla no podía decir (hay desaparecidos y fusilados) para proteger su identidad".
La experiencia de Ancla tuvo su primer final con el asesinato de Rodolfo Walsh por parte de los represores, el 24 de marzo de 1977. Su segundo final se estiró algunos meses más hasta el momento en que varios de sus integrantes tuvieron que exiliarse. La historia de Ancla fue ocultada por mucho tiempo, por lo que el libro de Vinelli hace justicia a un proyecto donde periodismo y militancia revolucionaria encontraron uno de los puntos más altos en Argentina.
En Ancla, las palabras pronunciadas por Walsh en 1970 fueron llevadas a la práctica para resistir a la dictadura: "Con una máquina de escribir y un papel podés mover a la gente en grado incalculable. No tengo la menor duda".
(Publicado el 20 de diciembre en www.avn.info.ve)
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