Abrí los ojos como si fuera
la primera vez...
Soñé que algo se quebraba,
frágil y suave, silencioso, imposible...
Nadé como un niño
en un río de agua clara y fondo revoltoso...
Nadé como en los principios
del tiempo, entre la bruma y el verbo...
Entonces nací otra vez,
solitario lobo que observa desconfiado
un manantial de vida y vientos...
Y caminé una selva
que gritaba y se retorcía, sufría,
naciendo caminé, lobo sagaz y temeroso,
me arrastré hasta el mundo y abrí los ojos...
Resplandor y fuego, súplicas
y laberintos, gritos grises y perezosos,
eso encontré...
Nadie veía mis ojos abiertos,
latiendo, alborotados,
frenéticos y lunáticos...
Alguien lo supo, me llamó,
abrazo cálido en medio de la selva
y locura de calles nocturnas...
Sigo ahí, lobo que observa el frenesí
y late al ritmo del fuego...
Sigo el camino o selva o calles...
Sigo acechando, esperando
el zarpazo que me despierte otra vez.
(Agosto 2011)
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