lunes, 18 de julio de 2011

Ochocientos


“Para nuestra patria cautiva,
la libertad de morir consumida de amor”.
(Mahmud Darwish)

Son más de ochocientos, muchos más,
tienen apenas doce, trece, catorce o quince años,
número dirán algunos, niños y niñas dirán otros,
presos políticos o jóvenes que no quieren
la invasión de la tierra y la patria que los vio
nacer, crecer, lanzar la piedra liberadora,
el suspiro que crece ante el soldado armado,
que avanza y aprieta el gatillo una y otra
y otra vez,
entonces vuelven los números,
porque son ochocientos niños y niñas,
ahora presos políticos de doce, trece, catorce
o quince años
que deciden lanzar una piedra
y utilizar su tiempo en jugar la piel
para detener el tanque o el cazabombardero
porque saben, con doce o trece o catorce años,
que los juegos y los divertimentos de su edad
deben tener paciencia porque enfrente,
en sus caras, avanzan los soldados armados
que ya regaron de muerte la tierra, pero no su patria,
soldados que disparan contra esos niños y niñas
que muchos dicen son números, estadísticas, un frío
horror que se pierde en el vendaval,
aunque sean, en realidad, fuegos y pasiones
y futuro, sobre todo futuro,
por eso guardan su infancia y sus juegos y
la escondida o el carrusel para pararse
frente al militar, agarrar la piedra del suelo
y tirarla con fuerza,
porque la piedra dice,
dice que quieren los juegos y divertimentos,
y carruseles y una pelota tras la cual correr,
por eso lanzar la piedra
que grita el nombre de su patria,
que aúlla contra el invasor,
que muestra la dignidad
de esos ochocientos niños palestinos
que son miles.

(Caracas, 18 de julio, 2011)

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