miércoles, 17 de noviembre de 2010

“La literatura es un juego muy bello y muy serio”


(Conocí la obra de Humberto Mata al poco tiempo de llegar a Venezuela. Simple y con profundas raíces en la tierra donde nació, Mata le da a sus relatos el ritmo suave de sus propias palabras. Esta nota salió publicada en la revista argentina Sudestada en 2009).

Si el río cruza la obra de Humberto Mata, su voz y las palabras de sus relatos forman el remanso donde se unen historias del Delta del Orinoco, el amor, el realismo, la soledad de la gente de a pie y hasta los enigmas policiales, que encuentran su horizonte en una Caracas indescifrable.

Nacido en Tucupita en 1949, este escritor venezolano cuenta con los libros Imágenes y conductos, Pieles de leopardo, Luces, Toro-Toro, Boquerón y otros relatos, y Revelaciones de una dama que teje, además de la nouvelle Pie de página.

Narrador, ensayista, compilador y crítico de arte, Mata realizó estudios de Ciencias y Filosofía en la Universidad Central de Venezuela (UCV), y actualmente se desempeña como presidente de la Fundación Biblioteca Ayacucho, una de las editoriales más importantes de América Latina.

Cuando se escuchan sus definiciones sobre literatura no hay estridencias ni grandes disquisiciones, sino la misma simpleza con la que explica y defiende la actual revolución bolivariana que vive Venezuela. Para Mata, no asumir una posición comprometida en el proceso encabezado por el presidente Hugo Chávez “es un crimen”.


Los orígenes y el río

“Eso es algo que comienza muy temprano”, dice Mata sobre sus inicios con la literatura, a los 16 años, con una idea difusa del oficio de escritor. ”Empiezo a escribir cosas, en general muy malas, pero empiezo a escribir y sigo escribiendo muy mal. En ese momento, especialmente mal. Vengo de algo así como una frustración por la música, es lo que quise ser y todavía quiero ser, músico, pero no funcionó. Por esas cosas del destino, para salvarme de eso, caí en esta otra maldición”.

En las lejanías del Delta del Orinoco, de la que emigró hacia Caracas a los 12 años, llegó también la lectura, hurgando la biblioteca de su padre e imitando sus pasos, conociendo las obras de Franz Kafka, Rómulo Gallegos, para después incursionar en  los libros del venezolano Salvador Garmendia, al que califica como “fundamental”, y de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.

Para Mata, estos escritores lo marcaron “en el hecho del rigor literario. Aunque la literatura es un juego muy bello, es un juego muy serio. En ellos vi la dedicación a la literatura, a la palabra y eso me interesó siempre muchísimo. Creo que para bien o para mal, eso marcó lo que hago”.

Volver a Tucupita y a los caños del Delta del Orinoco como forma de retener la memoria y ejercitar la ficción. Así explica sus cuentos donde ese lugar inhóspito se mantiene latente mientras sus días transcurren en Caracas.

“Quizá tuve la suerte de salir muy joven de allá –relata- Digo la suerte, porque aquello quedó como una memoria que se fue agrandando con los años. A los 12 años ya no estaba ahí, estaba en Caracas, entonces aquello comenzó a ser el lugar más importante para mí. Y no era el lugar que yo conocía más, porque me vine muy pequeño, sin embargo lo iba recreando en una memoria ficticia. El Delta se fue convirtiendo en algo  no conocido de lo profundamente añorado. Lo que sí conocí muchísimo fue el río, el caño Manamo que pasaba frente a mi casa”.

Si sus cuentos los define como “caraqueños”, a su vez no duda al señalar que “cualquiera que haya nacido cerca de un río está marcado por ese río” tanto en la literatura como en la vida. En su caso, esas aguas se transmiten en cuentos como Ekida, Guaniamo, Compuertas o Incendios, por nombrar un puñado, a lo que hay que sumar Pie de página, nouvelle donde una historia de amor, desencuentro y muerte tiene como escenario el Orinoco.

Mata repite que un escritor nacido en la ribera de un río “no tiene salvación, quiera o no, lo mencione o no en su escritura, el río ahí está necesariamente”.


Del policial a la fluidez

Aunque el ritmo de los cuentos de Mata sostiene el aire de pueblo, sus tiempos, costumbres e historias, al transitar relatos como Boquerón o El cansancio de A.P. Frachazán, la escenografía cambia abruptamente para llevarnos a Caracas, sus calles indefinidas y edificios grises, mezclarnos con el frenesí de la muchedumbre y tratar de resolver crímenes investigados por policías oscuros y taciturnos. En estos relatos aparecen entonces las influencias de Poe, pero también de Borges, con sus enigmas y laberintos.

“Boquerón es un falso policial, tengo varios que son todas mentiras. Lo policial me interesa como una introducción, pero después lo que hago es jugar con otras cosas y situaciones, que son las que más me interesan en el fondo. Cada vez que me meto en lo que es seudo policial, me meto por Edgar Allan Poe, no hay dudas”, sostiene.

Las claves, imágenes cifradas y datos escondidos en las páginas policiales podrían tener un plan previo, diagramado a la perfección y de forma milimétrica, pero Mata deja en claro que a la hora de escribir se deja llevar por la intuición.

“A pesar de que me impongo que voy a ser analítico, que voy a hacer todo perfectamente detallado, que voy a estudiar todo antes de lo que voy a hacer, es mentira. Puedo hacerlo todo, detallarlo, escribirlo y cuando me meto a escribir, voy a hacer lo que le de la gana a ese momento. Esto no tiene nada que ver con lo que planifiqué. En ese sentido, soy muy intuitivo. No sé si eso es bueno, pero soy así. Me dejo llevar muchísimo, no fuerzo la cuestión. Si el personaje que pensé que iba a tomar agua empieza a dar brincos, va a dar brincos, no hay más remedio que eso”, se resigna.


Literatura y revolución

Que desde 1998 Venezuela cambió ya no caben dudas; que la batalla desatada en estas tierras es educadora y, en momentos, dolorosa, tampoco quedan dudas; y que la revolución bolivariana atraviesa todos los ámbitos, no sólo del país, sino del continente, también es una verdad palpable en las calles, en las charlas y en uno de los mayores logros de este proceso encabezado por el presidente Chávez: unir, como nunca antes, América latina. Desde lo político hasta lo geográfico, Venezuela supo patear el tablero de la política y sus sacudones todavía vibran. El arte, y en particular la literatura, no escapan a este panorama. Humberto Mata lo sabe y lo dice: “Uno como ser humano y como persona debe asumir un papel, más allá del escritor. El ser humano debe asumir un papel. En estos momentos se está dando en Venezuela una situación magnífica, de cambios extraordinarios, que pueden dar lugar a algo soñado por muchísimo de nosotros. En este momento tenemos que aportar lo que podamos en el área que podamos, es obligatorio. Diría que es un crimen no hacerlo”. Y define que este posicionamiento “no quiere decir que mis cuentos o novelas vayan a ser políticas, no creo porque no escribo eso, pero eso crea el ambiente. Es lo que se llamó el espíritu de la época, que rodea todo y tú no puedes escapar a eso”.

Mata también se refiere a los antagonismos que vive el país, hecho inevitable generado por las fricciones y las pujas de un sistema que apunta al socialismo frente a viejas estructuras de la política conservadora.
“Ahora Venezuela tiene situaciones totalmente antagónicas, no pensé que pudiéramos llegar a eso. Tengo grandes amigos, que siguen siendo grandes amigos, y están en la oposición. Espero que todavía digan que son mis amigos, porque yo soy amigo de ellos. En este momento hay que asumir las posiciones, ellos la asumen, yo la asumo. Sabemos que la literatura, el arte, la poesía siempre estará más allá de todo eso”, asevera.

Sobre la política cultural impulsada por el presidente Chávez, Mata analiza que “el gobierno se dio cuenta, y nos hemos dado cuenta, que tenemos una deuda muy grande que saldar, de muchísimos años de descuido. Nos descuidaron, no nos dieron qué leer, no le dieron importancia a eso, publicaban para cierto grupo y ya. Entonces tenemos años y años de deuda con la gente, tenemos que darle libros a la gente que nunca pudo comprarse un libro, porque ni siquiera les enseñaron que eso era importante”.

Esta definición tiene plena vigencia en Venezuela, donde meses atrás se presentó el Plan Revolucionario de Lectura, que busca impulsar un análisis colectivos no sólo de la literatura, sino también de la prensa. Como primera media, el gobierno llevó a cabo una jornada donde entregó cuatro millones de libros y documentales por todo el país.

“Ahora esa gente está leyendo, tenemos que darle los libros, tenemos un Plan Revolucionario de Lectura, precisamente queremos que esa gente que va a tener los libros sepa leerlos. Esto no es para que lean lo que uno quiere, queremos que esa gente lea y tengan voz propia de esos libros”, explica. Luego de esta medida, automáticamente la oposición venezolana argumentó un supuesto lavado de cerebro aplicado por el gobierno revolucionario a través del plan de lectura.

“Ellos dicen que son libros para meterlos por un camino y una sola cosa, pero no, estamos dando de todo, literatura y poesía universal, también Lenin, Marx. Obviamente se los estamos dando, pero estamos dando todo lo demás también. Claro que es ideológico, porque toda lectura es ideológica, todo plan de lectura es ideológico, no hay duda”, finaliza Mata, en un susurro de voz, como durante toda la conversación, donde el remanso de sus palabras seguramente se vislumbra entre las correntadas del Delta del Orinoco.

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