martes, 9 de noviembre de 2010

El rescate necesario de los años montoneros de Rodolfo Walsh


El intelectual, pero militante; el escritor, pero combatiente; el montonero, pero marxistas. Este rescate del político (y lo político) es el puntapie inicial del libro “Rodolfo Walsh. Los años montoneros”, de los escritores Hugo Montero e Ignacio Portela.

Pero ¿por qué los “pero” de las primeras líneas? Porque desde ciertas academias y pensamientos hegemónicos se intenta difundir la idea que los intelectuales o artistas no tienen demasiado que ver con las posiciones políticas. A lo sumo, un escritor o un cineasta pueden ver la lucha de clases desde un costado y luego analizarla. Pero desde hace años este discurso viene cayendo, desmoronado por ejemplos reales y concretos, tanto en épocas pasadas como en estos días.

Publicado por la revista Sudestada, que ya tiene 9 años en las calles argentinas, el libro sobre la militancia política de Walsh lleva con buena puntería el rescate del escritor (asesinado por la dictadura militar el 25 de marzo de 1977) como miembro de la mayor organización revolucionaria que existió en Argentina.

Porque detrás de los cuentos e investigaciones de Walsh, sobresale su rol como militante político, decisión muchas veces escondida o ninguneada por intelectuales e investigadores de su obra. Y la política en Walsh no fue algo menor o colateral, sino que el escritor relegó su literatura (y un prestigio rapiñado por muchos) por la actividad militante. Esta situación, que el autor de “Operación Masacre” tomó luego de iniciar un proceso de politización impulsado por el triunfo de la revolución cubana en 1959, es detallada con testimonios, citas y análisis por Montero y Portela.


“El fenómeno ya no resulta extraño. Por el contrario, surge como natural consecuencia de una serie de ideas que se imponen desde hace tiempo. Los trabajos biográficos de Rodolfo Walsh, aquellos que se ocupan de desmenuzar el itinerario singular y cambiante de su vida, pierden consistencia cuando de narrar la etapa militante se trata”, señalan los autores en la introducción del libro.

Los análisis siempre permanentes de Walsh sobre los desafíos de articular literatura y política, recreados a través del diario personal del escritor y el desafío de crear una novela por fuera de lo “burgués”; su choque con la realidad luego del derrocamiento del presidente Juan Domingo Perón en 1955 y el accionar de la denominada “Revolución Libertadora”, responsable del fusilamiento de personas, hecho denunciado en “Operación Masacre”; el acercamiento a la CGT de los Argentinos, donde dirigió el semanario de esa organización sindical; el camino que lo llevó a ingresar al Peronismo de Base, a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y posteriormente a Montoneros; temas tocados con profundidad y lucidez en el libro y que permiten ver al Walsh real: escritor y militante, periodista y especialista en interceptar escuchas policiales, hombre de a pie y profundo analista de la realidad argentina.

Y como partícipe y observador agudo del país en los meses previos al golpe de Estado de marzo de 1976, en el libro se rescatan los documentos que Walsh escribió a la Conducción Nacional de Montoneros proponiendo salidas políticas, militares y comunicacionales frente a las fuerzas represivas que ya estaban operando bajo los gobiernos de Juan Domingo Perón y posteriormente de Estela Martínez.


Sobre estos textos conocido como “Los papeles de Walsh”, los autores indican de forma acertada: “Así como existen quienes pretenden ignorar o subestimar el peso de la militancia revolucionaria de Walsh, hay quienes prefieren no tomar en cuenta el contexto de sus dichos. Las elecciones de Walsh a lo largo de su vida fueron claras: en cada una de ellas profundizó un tránsito revolucionario, no sólo desde un costado de compromiso intelectual sino en su responsabilidad como cuadro combatiente. Negar esta condición y pretender disfrazar a Walsh con ropajes proto-alfonsinistas (cuando la salida electoral dentro de la democracia burguesa, si bien conformaba un recurso táctico nada desdeñable para gran parte de las organizaciones armadas, no era de ningún modo un eje de su ideario) es un absurdo que ni el tiempo ni la historia permiten sostener después de un par de lecturas. Es más cómodo para muchos, también, recrear una imagen idealizada de Walsh, ajena a todos los elementos singulares de la militancia montonera, desprovisto incluso de sus virtudes y defectos. Hasta subsiste cierta tendencia a pensarlo en disidencia permanente con la organización a la que pertenecía por voluntad propia, cuando, a decir verdad, Walsh jamás escribió una línea crítica previa a las ya mencionadas, ni durante el asesinato de Rucci ni cuando se tomó la decisión de pasar a la clandestinidad, por mencionar apenas dos de inflexión en el análisis de muchos observadores de la historia montonera”.

En el libro también hay espacio para mostrar a otros intelectuales que se brindaron hasta sus últimas horas en el combate por un proyecto revolucionario y socialista, como son los casos del poeta Francisco “Paco” Urondo y el escritor Héctor Germán Oesterheld, ambos asesinados por la dictadura.

Otro punto a rescatar es cómo los autores sacan a la luz un debate siempre inconcluso en Argentina: el rol de Perón durante su última presidencia, su rechazo a lo que el propio presidente calificó alguna vez como “formaciones especiales”, la ruptura de Montoneros y la Juventud Peronista con quien fuera su líder y referente, la decisión de recostar su poder sobre la burocracia sindical y la formación bajo su mandato de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA).

Como indispensable se podría calificar “Rodolfo Walsh. Los años montoneros”, pero no sólo para analizar y conocer la lucha revolucionaria en la década del setenta, sino para preguntarse dónde están y qué piensan los intelectuales y artistas frente a la actualidad argentina.   

Caracas, 8 de noviembre de 2010 (Publicado en www.resumenlatinoamericano.org)

No hay comentarios:

Publicar un comentario