lunes, 22 de noviembre de 2010

David Viñas: “Un intelectual no puede ser oficialista”


(Leer por primera vez a David Viñas es una experiencia que queda marcada en el cuerpo. Sus novelas golpean, sacuden y descolocan. No es poco en tiempos de tibiezas intelectuales y corrección literaria. Hacía mucho que no leía una entrevista a este vikingo crítico y marxista. Relegado, escondido, silenciado por la academia y las “luminarias culturales”, Viñas se mueve en lo que él mismo describió como favelas y fachadas. Por supuesto, este escritor habita en la primera zona. No creo que por gusto, pero sí por su postura heterodoxa y siempre incómoda. Ni alabanzas de gusto, ni relatos de la derrota: ese puede ser uno de los ejes que Viñas defiende. Y eso alegra y llena de esperanza. Por eso esta entrevista que le realizaron hace pocos días en la revista Ñ. Seguramente escueta con respecto a todo lo que dijo. En sus palabras se leen el compromiso y la mirada lúcida de un escritor que supera los ochenta años y no se detiene. Luego de leerla, empecé a buscar viejas entrevistas, fragmentos de sus libros y notas sobre su obra. Encontré una de 2006, escrita por Guillermo Saccomanno, en referencia a la publicación de la novela “Tartabul”. Como señaló el propio Saccomanno en ese artículo: “La biografía de David Viñas no patentiza con simpleza las contradicciones de cualquiera de los escritores argentinos: las exaspera”. Un buen síntoma en momentos donde la hegemonía del pensamiento único está en crisis y se viven los nacimientos (y regresos) de un pensamiento crítico. Entonces los dejo con Viñas, el intelectual, el escritor, el exiliado y el padre de hijos asesinados por la dictadura. Viñas, el que pone el cuerpo).


Un tipo de bares Viñas. Llegó media hora temprano a La Paz y buscó rápido el fumadero. La cita era para hablar de Los dueños de la tierra, que ahora se publicó en versión de novela gráfica. Se sentó en la única mesa libre y pidió una gaseosa, un café doble y tres medialunas. De manteca. Cuando iba mordisquear la primera se liberó otra mesa. Más grande y pegada a la ventana. Buscó la ventana Viñas. Desde allí observó la calle Corrientes, aunque sea avenida. Saludó. Lo saludaron. Y clavó su vista en los diarios. De éstos, además de la política, le preocupa que los suplementos culturales hablen tanto de Borges. Viñas fuma y se quita la boina. La charla arranca en voz alta. Es casi una entrevista pública en el fumadero, en las tinieblas de La Paz.

-¿Ya vio la novela gráfica de Los Dueños de la Tierra que acaba de publicar De la Flor?

-Pensé, claro, el medio es el mensaje. Apunta a un auditorio juvenil. Son cuadritos, historietas, o como se llame. Es para un público específico. Y me tomó por sorpresa, porque hace años Piglia hizo algo parecido para la revista Fierro. Yo no me quise meter, porque es una novela que se publicó en el año 1958, viejo. Eso ya está.

-En el prólogo Kreimer, el guionista, cuenta que la escribió antes, cuando usted tenía 28  años, en 1955...

-Eso no lo recuerdo exactamente, porque en realidad el relato esta muy vinculado, corrido desde ya, al recuerdo de mi padre y de mi madre.

-Claro, Vicente y Yuda (personajes de la novela) son en cierto modo ellos dos, sus padres...

-Como que mi hermano nació en Gallegos, querido. Pero pasó mucho tiempo. Yo ya tengo bisnietos. En la diáspora, en California, no acá.

-Algo conozco de esa historia...

-A la madre, mi nieta, Inés, la dejaron abandonada cuando se llevaron a mi hija (desaparecida). La dejaron en el zoológico, bebita. Una locura querido. La ubicaron porque tenía la cadenita. Lo ubicaron al abuelo, al pintor, Gigli. Y ahora Inés tuvo un hijo, y le puso Lorenzo (nombre de otro de los hijos de Viñas, también desaparecido).

-Qué historia…

-Por otro lado mi hermano Ismael me manda una foto de su primer nieto, una maravilla el pibe, y me pone detrás de la foto que ese es Antonio, y que le dicen Tono (se ríe). Es madrileño querido. La diáspora.

-Pero allí están, sabe de ellos al menos.

-Mi nieta estuvo acá, hará dos años. Ella escribe en español. (risas) Yo la conozco poco a ella. No la toqué... Son mis limitaciones. Por otro lado, el hermano de su mamá, Lorenzo Ismael se llama, se llamaba... Es demasiado viejo, fue una barbaridad. Dos chicos de 20 años. Y yo estoy grande, 83 años querido.

-Pero está trabajando...

-Sí, sí, pero ya no escribo. Publicamos una historia de la literatura argentina del siglo XX,  ya ahora sale el tomo 5, de 7. Se llama De Alfonsín al Menemato. Pero no lo he visto en muchas librerías. No se por qué.

-Hablemos de los Los Dueños de la Tierra entonces, de está versión en novela gráfica que sí está en varias librerías, dijo recién que lo sorprendía...

-No quiero dar un juicio, no puedo, es como si hablaran otro idioma para mí. No lo entiendo.

-No lo seduce la posibilidad de acercarse a un público distinto, más joven, que es de algún modo la zanahoria de la editorial

-Ya le digo, no se qué pasa con eso. La novela es muy cinematográfica. Y se han hecho muchas ediciones. La última en Cuba. ¡Con una tapa gauchesca! ¿En qué estaban pensando?

-Esta es una buena tapa, no le parece (le muestro una edición de Plaza & Janes, la imagen de un fusilamiento, abre el libro, mira la dedicatoria a sus hijos, resopla)

-Una barbaridad querido, es muy fuerte, Página/12 nunca publicó sus fotos, ¿por qué? (se queda en silencio). A esta edición no la recordaba, me gusta la tipografía, aunque la letra es algo chica.

-La novela gráfica y las reediciones hablan de la actualidad de esta novela, escrita hace más de cincuenta años. ¿Coincidirá con eso?

-Sí, es así. Entre otras cosas, es la lucha de clases. La revisé estos días, a partir de la historieta. Y hay una escena en la que torturan a Stocker, y después vienen los fusilamientos. Mucho de ese material viene de mi viejo. Porque Yo soy Soto, (Soto es uno de los obreros patagónicos en la novela) es un cuento escrito por mi viejo. Yo soy Soto. Incluso, una vez mi viejo me dijo: ese cuento me lo rapiñó Jauretche (risas). Mi viejo contaba que los dos jóvenes radicales que estuvieron con el viejo Yrigoyen cuando murió, acá en la calle Sarmiento, eran él y Jauretche.

-Y tiene particular importancia que el personaje de Vicente, como su padre, haya sido juez...

-Lógico. Está en el libro. El aspiraba al consulado de París. Para zafar de la Patagonia. ¿Vos sabés lo que era la Patagonia en 1920? Podría mostrarte fotos, pero se perdieron. Y en la película, lo hacen aparecer con corbata..., no tienen idea de lo que era ese lugar, Río Gallegos, uhhhhhhhh era una aldeasa... había fotos...

-Y está la crítica a aquél gobierno, al sistema, por su inoperancia, que en la lucha de clases sabemos a quien favorece...

-Le bajan la caña al viejo Yrigoyen, pero vos qué crees, ¿que era un maldito? Era como el viejo Illia, capaz de no robarse una pluma. Además ya era un hombre muy mayor, tenía casi 80 años... Pensá vos que él nunca habló en público, sobra con mirar las fotos.

-¿Qué clase de oligarquía quiso mostrar con el personaje Brun, (inspirado en los Braun Menéndez)?

-Era gente muy arraigada en el sur, nuevos ricos, como los Santamaría, que eran meros comerciantes, como otros muchos inmigrantes que se enriquecieron así... Fíjese, que entre los 1880 o 1890, aparecen por primera vez los apellidos dobles. Paz, Sarmiento, Moreno no usaban doble apellido. Mire sino a Bioy Casares, su padre firmaba Bioy.

-Estos grandes temas, ¿fueron barridos de la literatura?

-Claro, hoy aparecen princesas bizantinas. Pero también he leído una gran novela sobre la guerra del Paraguay, Gálvez. Y ahí hay una separación.

-¿La denuncia social, no tiene lugar en la literatura hoy?

-No. Tal vez como un rechazo frente al realismo. Qué están haciendo viejo. Hay trabajos sobre el realismo de Homero para acá. Les parecerá simplista, qué se yo.

-¿Qué otra cosa le preocupa?

-El vértigo que el mercado le impuso a la cultura. ¿Cuántos Gary Cooper hay hoy, de cuántos necesita la industria para subsistir? Todo está condicionado por la aparición permanente de novedades. Quizá sea esclerosada mi perspectiva. Pero se mueven intereses fenomenales. Y hay una reacción frente a la política en general y al presunto realismo. Ahora se escribe en serie, en parte como resultado de la despolitización de literatura. Hasta Piglia escribe policiales.

-Usted se ha cansado de decir que cualquier teoría estética termina siendo, al fin, teoría política, todo lo que hablamos, ¿no desmiente esa afirmación?

-Yo no lo veo así, pero quizá sean mis limitaciones. Mire, yo estoy leyendo más ensayos que ficciones. Y podría hablar de María Pía López que escribió un libro muy duro sobre Sabato y otro sobre Lugones que es excelente. Y leí un libro sobre Goebbels. Uh, qué delirio, qué locura. La mujer envenenó a sus seis hijos. Y otras cosas que nunca había leído, sobre la campaña japonesa. Estoy actualizándome sobre la Segunda Guerra Mundial, que antes se veía de manera muy anecdótica. Son libros feroces.     

-¿Qué temas de la actual coyuntura argentina debería asumir nuestra literatura?

-Y claro, a mí me invitaron para incorporarme al grupo K. No me convencía. Pero claro, si tengo que situarme, leo La Nación, y es un diario cada vez más clerical y más reaccionario. No puede ser. Con esto no estoy diciendo que soy K, y cuando me invitaron yo propuse que el grupo de intelectuales llamara Rodolfo,  por Rodolfo Walsh y Rodolfo Ortega Peña, incluso propuse una revista con ese nombre, porque un grupo de intelectuales...

-¿Se refiere a Carta Abierta?

-Sí. Y estoy disconforme con la elección, con los rasgos tácticos del lenguaje que emplean, no me convencen...

-¿Y desde el lado ideológico?

-Ya le digo, siento un gran rechazo por los mismos que ellos rechazan. Pero hace falta más análisis político. La revista y el grupo que yo propuse, debía el nombre a Walsh y a Peña. Nos juntamos acá, en el bar La Paz, mire. Dos intelectuales argentinos asesinados acá a la vuelta, viejo. Qué es K, ¿Kafka? Adhiero, pero un intelectual no puede ser oficialista. Perdón.

-Pero supongo que acepta el hecho de que sean intelectuales militantes...

-Militantes sí, pero me guardo siempre un espacio de crítica.

-¿Y cuáles serían los límites para esa militancia?

-Si sos oficialista tenés que hablar de fulano de tal o fulana de tal. Yo saludo su iniciativa, pero prefiero guardarme ese margen de discrepancia permanente.

-Con eso que dice se pone en sintonía con voces tan opuestas como la de Pérez Esquivel y Beatriz Sarlo, por nombrar sólo a dos...

-Bueno, Beatriz está en esa ristra, y se hace muy evidente esa cosa de sistemática oposición.

-Hablamos de Soto, de Stocker, los luchadores en Los dueños… ¿cómo ve la organización obrera ahora?

-En una gran crisis. Tendría que hacer el análisis de Palabra Obrera, de su vocero, que utiliza a Almafuerte. Tiene la retórica de la vieja izquierda. Yunque, Almafuerte, Altamira... ¿Altamira? ¿Qué ves vos que yo no veo? (se pone la mano como visera). ¿Altamira te llamás vos? Almafuerte, Alvaro Yunque, Guijarro, todos eran duros. Así nos fue. (Hace referencia a José Saúl Wermus, fundador y líder del Partido Obrero). Está atorada la izquierda...

-¿Es para tanto lo del nombre?

-Y claro, es un síntoma, nada menos que la elección de tu emblema, de tu nombre (otra vez se pone la mano como visera, y mira desde arriba). Discrepo. No lo conozco. Pero es un nombre, un nombre elegido. ¿El hijo de Justo cómo se llamaba? Lobodón Garra.  Es un nombre de izquierda.

-¿Cómo ve entonces el papel del sindicalismo, de dirigentes como Hugo Moyano…?

-Todas las contradicciones y elementos de confusión en la coyuntura actual las concentra la historia del peronismo. La desaparición de un líder omnipresente condicionó los rasgos que tiene el peronismo ahora. Advierto, que (José Pablo) Feinmann y otra gente, le baja la caña a Perón, al último Perón, al que los echa de la Plaza...

-¿Cómo evalúa ese cambio en el discurso, como una reivindicación de la izquierda peronista?

-Más que esa reivindicación, hay una evidencia de quién es Perón. Yo lo discutía con mis hijos. Perón, Teniente General de la Nación. El primero de octubre de 1945 dice el Ejército, la Policía y los trabajadores. Ya le digo, Feinmann está escribiendo a contrapelo, y dice cosas graves.

-¿Y usted, tiene algunas cosas graves que le hayan quedado sin publicar?

-Bueno, lo que ya le dije. Esa historia de la literatura argentina en siete volúmenes. Y la editorial Razón y Revolución está reeditando cinco libros míos, entre ellos Dar la cara, Prontuario…Y sí, tengo también un libro, que todavía no se lo mandé a nadie. El año que viene tal vez. Déjenme hablar de Pons, se titula. Es autobiográfico. Empieza con alguien que en el colegio es sometido a un interrogatorio. No se si saldrá, hay un espacio muy restringido.

(Horacio Bilbao, Revista Ñ)

1 comentario:

  1. Grande Lean! Siempre es bueno leer, releer al viejo. No había visto la entrevista en Ñ. ¿Viste? ¡Leo tu blog y no Clarìn! Espero tu andar por Nuestra Amèrica siga siendo tan provecho como siempre. Te debo un mail largo, pero ya sabes que esta època, para los estudiantes de Filosofía y Letras, es muy tirana. Abrazo, desde el sur del conurbano bonaerense

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