El operativo fue rápido y preciso. El grupo de militantes
ingresó al Museo Municipal de Guayaquil, redujeron con facilidad al personal de
seguridad y robaron las espadas de los próceres Eloy Alfaro y Pedro José
Montero. Era el 11 de agosto de 1983. Antes de su retirada, los atacantes
dejaron una pila de panfletos en los que se presentaban: “Los alfaristas
desenvainamos estas espadas para iniciar y vigilar la larga lucha popular por
alcanzar un Ecuador libre y soberano”. Al pie de los panfletos, la firma daba
comienzo a un nuevo capítulo en la historia de Ecuador: “Montoneros Alfaristas
juramos vencer. Alfaro Vive Carajo”.
Unos meses antes, en la ciudad costeña de Esmeralda, jóvenes
estudiantes en su mayoría fundaban una organización armada que estremecería al
país. Aunque su nombre original fue Fuerzas Armadas Populares Eloy Alfaro
(FAPEA), las crónicas rojas de la época se encargaron de denominarlos Alfaro
Vive Carajo (AVC), nombre que cruzaría a Ecuador por varios años.
Pablo Proaño y Susana Cajas, ex combatientes de la
organización, dialogaron con Resumen Latinoamericano en Quito. Con sus palabras
rememoraron la trayectoria de una agrupación que nació durante una década en
que la experiencia insurgente, en algunos puntos del continente, ya se
encontraba extinta. Con una fuerte influencia del M-19 colombiano y la naciente
Revolución Sandinista en Nicaragua, AVC se conformó con jóvenes estudiantes que
venían de luchas profundas contra los planes gubernamentales, aplicados bajo el
monitoreo de Estados Unidos y de instituciones financieras internacionales.
Liderados por Arturo Jarrín, AVC tuvo una corta pero intensa existencia, y su
impacto llevó al gobierno de León Febres Cordero (1984-1988) a desplegar un
sistema represivo que incluyó la creación de escuadrones de la muerte, y la
tortura y los asesinatos como métodos de exterminio.
Durante su historia, AVC mantuvo los tres pilares que
conformaban su lucha: democracia auténtica, justicia social y una economía
nacional independiente. Y en ese lapso de tiempo, nunca dejaron de realizar
“recuperaciones” en bancos, liberación de prisioneros y acciones que quedaron
marcadas en la población. Uno de esos hechos emblemáticos fue el robo de armas
de la bodega de la Policía Nacional, ubicada en Quito. Siete guerrilleros
vestidos de policías ingresaron y redujeron a cinco guardias, cortaron las
líneas telefónicas y, tras cuarenta y cinco minutos de operativo, abandonaron
el cuartel con 631 revólveres calibre 38, 40 carabinas y varias cajas de balas.
En este recorrido, Proaño y Cajas hablarán sobre la
conformación de la insurgencia, su ideología y la concepción del marxismo que
desarrollaban. También recordarán la figura de Arturo Jarrín, el líder máximo
de AVC, quien fue secuestrado en Panamá en 1991 por la inteligencia de ese
país. Jarrín aparecería asesinado en Quito el 24 de octubre de ese año, con
varios impactos de bala y evidencias de torturas.
Influencias y fundación
Pablo Proaño (PP): Todo surge en la lucha de los finales de
los 70 con la dictadura militar. Muchos grupos de jóvenes nos fuimos
radicalizando y veíamos que la lucha armada era una salida. Teníamos el ejemplo
de Nicaragua que estaba próxima a derrocar a Somoza. Existimos y fuimos parte
de organizaciones muy pequeñas y diversas de todo el país, y la nuestra era una
de ellas. Años después se conformaría este conglomerado denominado Fuerzas
Armadas Populares Eloy Alfaro (FAPEA). Eso terminó con el nombre Alfaro Vive
Carajo porque la prensa bautizó así a la organización.
Susana Cajas (SC): Se leyó mucho a la revolución
nicaragüense, toda su propuesta política, la poesía, la literatura de la
revolución nicaragüense fue bien importante. Estuvieron Cuba y el M-19 como
influencias importantes. Aquí participábamos de las brigadas César Augusto
Sandino y Farabundo Martí. Esos fueron hechos históricos bien importantes para
definir nuestra participación política.
PP: Era un grupo focalizado pero que nos constituimos con
una estructura jerárquica, con división del trabajo tanto en lo
político-poblacional, como en lo militar. Estamos hablando de los inicios de los
años 80 y para 1983 sale a la luz pública la organización. Fue la sumatoria de
12 o 13 organizaciones pequeñas, entonces la vinculación fue desde antes. Muy
cercana a nuestra realidad estaba la experiencia colombiana, el M-19
principalmente, que era una ruptura con las formas tradicionales de llevar
adelante la lucha, como tenían las Farc y el ELN que venían de posiciones
políticas mucho más doctrinarias y ortodoxas.
Marxismo latinoamericano
SC: Era una organización muy democrática y soberana, que se
adelantó mucho a la propuesta que hoy está planteando la Revolución Ciudadana.
AVC fue una ruptura ideológica y de construcción latinoamericana, porque en ese
momento ya teníamos mucha discusión sobre pensar que el marxismo no era todo lo
que resolvía en Latinoamerica. Para nosotros el marxismo tiene unos postulados,
unas propuestas muy importantes en muchos aspectos, pero era para un momento y
una región. Pensábamos que en América Latina, la dictadura del proletariado no
debía construirse, porque la clase proletaria nunca tuvo la fuerza que tuvo en
los países industrializados. Los obreros de este país se fueron convirtiendo en
una clase con privilegios, que tenían contratos colectivos, los puestos
asegurados e ingresos fijos, mientras que había una maza impresionante de
desempleados o de empleados informales, de pobladores, jóvenes y mujeres, que
no estaban incluidos en este sujeto histórico. Entonces planteamos que el
sujeto histórico no puede ser el obrero y el campesino. Sí deben estar, pero no
deben ser los únicos como lo plantea el marxismo con los obreros y los
campesinos siendo la vanguardia de esta revolución. Esa es una parte ideológica
importante, entonces planteamos la democracia en armas.
PP: Había varias corrientes: el socialismo revolucionario,
marxistas ortodoxos, algunos trotskistas. Básicamente lo que se trató de
delinear y crear fue una izquierda nacionalista, una forma que logre contentar
a todos, cosa que no ocurrió. Incluso hubo cuadros del Partido Comunista que
fortalecieron las filas. O que la veta más importante, que fue la de Fausto
Basante, salió del MIR, la izquierda revolucionaria que venía con una
concepción guevarista que se formó a finales de los 60.
La organización
PP: En lo ideológico, en lo político y en lo simbólico
logramos consolidar, sumado a la dirección de Arturo Jarrín, el acercamiento
con importantes líderes del pensamiento. Intelectuales muy vigentes y
escritores retomaron el tema alfarista como algo vivo. Eso le dio un sustento
muy fuerte a la organización. Hubo un renacer de la música, de la literatura,
de la poesía, de un incipiente cine que en nuestro país siempre fue marginal.
Todas las manifestaciones de la cultura nos dieron el bagaje ideológico y simbólico
que necesitábamos, y para la época fue un avance.
SC: Nuestra influencia fue más en la juventud. Con los
obreros y campesinos no hubo una participación muy importante, aunque sí de una
manera más individual. No es que se involucraron en el proceso como una
organización o una clase, inclusive hubo discusiones con dirigentes sindicales
con los cuales se proponían cosas. Ninguno de esos dirigentes estuvo dispuesto
a apoyar públicamente, porque eso era o su muerte o su encarcelamiento,
teniendo en cuenta el régimen de represión que estableció Febres Cordero.
PP: Hubo una fuerte presencia en sectores medios,
estudiantiles y poblacionales, como barrios marginales. Se construyó una base
campesina muy pequeña y muy pocos obreros. Nuestra clase obrera en ese entonces
simpatizaba con la lucha, pero no podemos hablar que existían cuadros netamente
nuestros, pero sí importantes dirigentes se plegaron a la lucha.
SC: Cuando hacíamos las asambleas, participaban unas
doscientas personas. Se supone que cada uno era representante y detrás nuestro
había algún grupo. Creo que hay que hablar una militancia de unas trescientas
personas, pero hay que sumarle la gente que te apoyaba. Esos trescientos éramos
combatientes que estábamos en un comando militar. Yo podía tener unas diez
personas que me apoyaban, pero no necesariamente los ponía en conocimiento de
la organización. Combatientes seríamos unos trescientos, pero con la gente que
colaboraba serían unas dos mil personas.
PP: Un estudio de la época realizado por El Pentágono nos
adjudicaba dos mil militantes. Entre cuadros políticos y militares teníamos
aproximadamente ese número de gente dedicada a la organización.
Las acciones
SC: AVC aparece con unos operativos espectaculares. La idea
era ir posicionándose a través de
proclamas públicamente y toda la propuesta política. La única manera de hacerlo
era a través de estos operativos que sacudan a la sociedad y que se conozca,
porque desde el inicio los medios de comunicación bloquearon toda posibilidad
de que nuestro proyecto político pueda difundirse y le hicieron totalmente el
juego a la derecha para que el estigma de delincuentes y terroristas se
generalice.
PP: Es una acción impresionante porque se consigue cerca del
penal García Moreno (en Quito) un local donde se pone un negocio falso de
ventas de papas. Era atendido por dos compañeras, se compraban las papas afuera
y se las revendía, incluso a un precio inferior al que se las compraba. Salían
los camiones con supuestas papas, pero iban cargados con la tierra que se extraía
del túnel que se estaba construyendo hacia el penal. Llegado el momento de la
fuga, varios compañeros salieron mientras hacían ejercicios matinales. Fue una
acción propagandística impresionante, porque el máximo dirigente salió libre.
Incluso un compañero que llevaba cuatro o cinco días detenido también salió por
el túnel. Eso fue afrenta al régimen de Febres-Cordero, un régimen de extrema
derecha que sintió la carcajada de la gente. Esas cosas son las que fueron
dándole fortaleza a la organización.
SC: Había gente que decía que éramos una organización que
peleaba por el pueblo, y otros decían que éramos delincuentes porque existían
esa imagen y ese mensaje tan fuerte de la oligarquía y de los medios de
comunicación. Las reacciones por los operativos eran encontradas. Había un
apoyo oculto, porque el terror que implantó Febres Cordero hacía que las
personas tuvieran terror en manifestarse simpatizantes. Creo que sí había mucho
cariño, a pesar de todo se fue generando un reconocimiento a esta decisión política
y compromiso con el pueblo.
PP: Recuperamos la espada de Eloy Alfaro y recuperar ese
símbolo sirvió para aglutinar a varios sectores. Igual el busto de Alfaro, que
lo tenía el Partido Liberal, que si bien fue un partido fundado por Eloy
Alfaro, cayó en manos de la oligarquía y fue usado como un trapo. Esos actos
simbólicos generaron expectativas. Las acciones más espectaculares fueron la
fuga, la recuperación de El Rastrillo de la policía, que fueron miles de armas
que la policía guardaba. Eso fue en el año 85. Esa acción la hizo un comando
especializado. Otro golpe espectacular fue la toma del diario “Hoy”. Se sometió
a los empleados del rotativo y se garantizó la distribución por todo el país
del periódico con las proclamas de la organización. Eso fue finales del 84 o
inicios del 85. Esas fueron las acciones más emblemáticas.
Reforma o poder
PP: En ese sentido hay discrepancias con un sector de la
organización que ahora dice públicamente que queríamos solamente concientizar.
No es así. Creo que a muchos nos movió la idea de la toma del poder. Eso nos
llevó a hacer tantas cosas, incluso las locuras que ubicamos como cosas de
juventud pero fueron acciones muy arriesgada, y a veces muy descabelladas si
las pensamos desde el punto de vista militar y estratégico, que nos llevaron a
muchos sacrificios y la vida de muchos compañeros.
SC: Peleábamos para tomar el poder y construir un nuevo
Estado y una nueva nación. Hablábamos de una patria soberana, de construir la
gran patria latinoamericana con justicia social e independencia económica.
Una figura emblemática
SC: Arturo era un líder de consenso y lo logró con algunos
grupos. Con aquellos que no logró consensuar, pudo mantener las relaciones
políticas y mantener un proceso que podía concluir en una unidad. Ese me parece
uno de sus roles importantes. También era un visionario, una persona muy
estudiosa de la historia y la economía. Y con una capacidad de acción
impresionante, no había nada que dejara para mañana. Tenía esas cualidades: un
liderazgo muy innato, una comprensión muy buena del país y una capacidad de
acción increíble. Y una persona sumamente sencilla. Con él, sentías que eras
tomado en cuenta, a pesar de estar en un espacio con mucha gente, pero sentías
que se acordaba de ti.
PP: Arturo Jarrín fue la figura más emblemática. Si bien
muchos compañeros anónimos construimos la organización desde muchos lugares, él
tenía una capacidad organizativa muy grande, mucha habilidad y una visión
estratégica que muy pocos lo tenían en ese momento. Algunos compañeros, con sus
mezquindades y visiones muy inmediatistas, no veían la profundidad que
planteaba en ese momento Arturo Jarrín.
SC: Cuando Arturo muere aparecen muchos comandantes que
quieren dirigir. Desde la cárcel intentamos cohesionar nuevamente pero era muy
difícil. Creo que al final Arturo se quedó solo, ya no tenía quién lo proteja,
pero seguía. Arturo era una persona de un ímpetu indetenible.
PP: Él venía de la izquierda cristiana, con una formación
marxista, una militancia y un trabajo en sectores poblacionales. Hizo también
un trabajo campesino importante en la costa. Tuvo muy buena relación con
Muammar Al Gaddafi, tanto es así que en 1989 Gaddafi le hizo un homenaje
post-morten por lo cual viajó su madre a recibir los honores.
Después de la insurgencia
PP: Haber vivido esa época es lo mejor que me pudo haber
sucedido, porque a muchos nos permitió formarnos como militantes, tener una
visión mucho más grande y haberlo intentado. Eso nos da la autoridad moral para
seguir luchando desde los espacios que se han abierto. El gobierno de Rafael
Correa tiene espacios muy importantes para la construcción de un nuevo país.
Todavía falta mucho para hacer en el tema organizativo que es donde nosotros
nos especializamos todo este tiempo.
SC: Había un discurso de la izquierda muy radical, muy rojo
y revolucionario pero que quedaba en eso. La organización tuvo como principio:
“Lo que dices, lo haces”. Debía haber absoluta coherencia entre lo que decíamos
y hacíamos. Haber planteado un proyecto auténtico fue importante, recuperar
toda la lucha alfarista y plantear lo que denominábamos un alfarismo machetero.
El Alfaro que siempre estuvo reivindicado por los partidos liberales era el
Alfaro de los museos, que estaba en la estatua, con sus espadas en la urna.
Logramos recuperar la figura de Alfaro como un revolucionario que cambió la
historia del país y que después la oligarquía lo asesinó.
PP: Todavía quedan voces de esa derecha trasnochada que nos
trata con desprecio. Creo que el común de la gente sabe que nuestra experiencia
es la que ha ido formando a los líderes en la actualidad. Podemos ver que
varios dirigentes están en el poder, como en El Salvador, Nicaragua, la
presidenta de Brasil viene de una experiencia armada, Bachelet también viene de
ahí y los más emblemáticos: el vicepresidente boliviano y el presidente de
Uruguay. Esto nos da la idea que esa izquierda dura y radical, hoy tiene que
ser intransigente con ciertos sectores que siguen siendo los enemigos del
desarrollo, pero con las herramientas que nos ofrece el sistema democrático.
SC: Lo que fue nuestra fuerza también fue nuestra debilidad.
Recuerdo que Arturo nos decía: “Aquí las cosas se aprenden en lo caliente”.
Fuimos una organización joven que no dimensionó a lo que estaba dispuesta la
oligarquía por anular cualquier intento de desestabilización. No dimensionamos
el tamaño del aparato represivo que ellos implementaron. Y seguimos hasta que
llegó un momento en que nos masacraron. Treinta años después AVC sigue estando
vigente. Cuando yo hago declaraciones públicas en las radios, llaman por
teléfono y la gente recuerda. Hay una generación que no sabe, con la que hay
que hacer todo un proceso de memoria histórica. Hay pocos casos en los que nos condenan, porque siempre se solidarizan y repudian lo de Febres Cordero.
(Publicado en www.resumenlatinoamericano.org - noviembre 2014)
siempre los buenos ideales son frutos que no se pierden, antes hubo jóvenes con una conciencia liberal que salieron del pueblo, como Arturo Jarrin y mucho que quisieron que nosotros, el ¡pueblo! no seamos pisoteados, por los ricos, empresarios, banqueros, pereodiqueros, politiqueros y por estos gobernantes que son títeres de la oligarquía. ¿habrá hoy jóvenes decididos en favor del pueblo oprimido?
ResponderEliminar