Periodista que cruzó (y todavía cruza) las fronteras
que sean necesarias para obtener información, Carlos Aznárez conjuga el oficio
de la prensa y una militancia política de larga trayectoria. Militante de la
organización político-militar Montoneros en la década del ´70, tuvo el
privilegio de compartir el mismo puesto de combate con Rodolfo Walsh y un grupo
de militantes que le dieron forma a la célebre Ancla, la agencia de noticias
clandestina que durante el primer año de la dictadura militar (1976-1983)
denunció el terrorismo de Estado en Argentina.
Periodista de patear calles y zonas en conflicto,
Aznárez transitó la redacción de los diarios argentinos Noticias, La Razón,
Página/12 y Sur, y de las revistas Crisis y Fin de Siglo. También es autor de
los libros Tupamaros, Lorenzo Miguel. El padrino de la mafia sindical, 500 años
después: ¿descubrimiento o genocidio?, Los sueños de Bolívar en la Venezuela de
hoy y Rebeldes sin tierra: historia del MST de Brasil. Además, hace más de
veinte años dirige Resumen Latinoamericano (www.resumenlatinoamericano.org),
colectivo que publica un periódico en Argentina, Cuba, Uruguay, Venezuela y
Europa, y semanalmente produce un programa de radio y otro de televisión.
En esta entrevista con Marcha, Aznárez habló sobre
el rol del periodista especializado en temas internacionales, pero además
demanda que los trabajadores de la prensa tengan un compromiso para el cambio
social en el continente. A su vez, analiza el funcionamiento de los grandes
medios de comunicación y sus implicancias en la realidad cotidiana.
-En el actual siglo veintiuno globalizado y
conflictivo, ¿qué rol cumple un periodista que trata temas internacionales?
-Un periodista que se tome en serio los temas
internacionales tiene mucho hilo para cortar en la actual coyuntura. Cada vez
más los localismos, incluso los regionalismos, están siendo superados por
enfoques macro, y eso permite generar cuadros de situación más estratégicos.
Sólo con lo que ocurre en Latinoamérica, a partir de los cambios sucedidos en
la última década, podemos establecer comparaciones, armar mapas radicalmente
distintos a los antes utilizados; poner, como suele decir Eduardo Galeano, el
norte en el sur y viceversa. A partir de allí, cada victoria o retroceso de los
movimientos sociales y populares, enfrentando al imperialismo, ilumina, desde
el punto de vista informativo, la posibilidad de bucear en el discurso de los
nuevos neocolonizadores, y descubrir hasta dónde quieren llegar. Y cuánto se
necesita poner en juego para que no lo logren.
Los periodistas no estamos exentos de esta ofensiva,
y es por eso que cada vez más se impone huir del escenario de la maldita
imparcialidad que nos plantea el sistema, y sumarnos con todo a la lucha de los
que se rebelan contra el orden establecido.
-¿Con el paso del tiempo, la cobertura internacional
fue cambiando para abordar los temas?
-Han ocurrido algunos cambios pero hay escenarios
que se repiten. No parece muy diferente la cobertura que se podía hacer en los
‘70, con la URSS de pie, y la guerra fría generando todo tipo de situaciones y
conflictos, a lo que hoy ocurre en Siria e Irak, Ucrania o en la propia
Venezuela. En el siglo pasado, el cuadro más realista pasaba por saber que
quién apretaba primero el botón de la guerra nuclear tendría sólo segundos más
que su contendiente para disfrutar de la vida. Esa dramática advertencia moldeaba
cualquier enfoque de la política internacional. O en el período latinoamericano
y tercermundista en el que Fidel y el Che, Camilo Torres y Marulanda convocaban
a generar “uno, diez y cien Vietnam”, y las guerrillas se levantaban en armas
en Latinoamérica, en África y Asia. Escribir sobre ello y empaparse de todo lo
que esas gestas trasmitían, provocaron que muchos de nosotros fusionáramos la
“profesión” con la militancia, y ésta finalmente se quedara con el todo.
Han pasado los años y, sin embargo, algo sigue
siendo noticia: el imperio estadounidense ha subsistido y continúa amenazando
la paz mundial. Antes invadía Bahía de Cochinos, Santo Domingo, Panamá o
Granada, y ahora se abalanza sobre Sudán, Somalía, Irak, Afganistán, Libia o
Siria. A su calor es que surgieron los llamados periodistas “enganchados”, que
en los grandes conflictos internacionales se convierten en voceros de los
ejércitos invasores de turno o en alcahuetes de los portavoces del imperio.
Ahora abundan tanto que llegan a molestar, por el tufillo que generan. Pero
también hay otros colegas que ponen el cuerpo para contar la realidad de esos
conflictos. Son aquellos que no reciben premios ni salen en las portadas de los
diarios y sin duda están haciendo historia anónimamente, reivindicando la
esencia no contaminada de la profesión.
-¿Cómo influyen las nuevas tecnologías en la
cobertura de las noticias internacionales?
-Para un periodista que se precie, la cantidad de
información que hoy circula, gracias a internet y las famosas redes sociales,
multiplica por cien las posibilidades de armar un archivo de datos con total
inmediatez. Lo importante es saber cómo y dónde se para frente a ese cúmulo de
noticias, y además saber discernir cuánta “mercadería en mal estado” circula
por las redes, y cuál es el metro-patrón que usaremos para separar la paja del
trigo. Es necesario saber usar la tecnología pero no encandilarse demasiado con
ella, para que no termine provocando parálisis a la hora de cubrir tal o cual
información. Es verdad que se ha ganado en rapidez, pero también es cierto que
en otros momentos más incómodos, el cronista estaba obligado a despegarse de su
sillón y salir a campear la información allí donde se produzca. Esa posibilidad
de contrastar no la cambio por nada.
-¿Pensás que los grandes medios en Argentina no le
dan la importancia necesaria a los temas internacionales?
-Piensan que no hace falta, que todo es más fácil
cubrirlo por internet, pero se pierde la posibilidad de presenciar in situ los
conflictos, sacar conclusiones más valederas, desplegar el ingenio para llegar
donde a otros no les interesa llegar. También es cierto que hay bastante de
tacañería en ciertos “grandes medios” y eluden el hecho de mandar a alguno de
sus escribas al país que está ardiendo por los cuatro costados. Esa tarea
ahora, y antes también, parece estar reservada para esa tribu empeñosa que son
los freelancers, que sabiendo que van a tener poca competencia se tiran a la
pileta en los escenarios más duros.
-Estuviste en muchas partes del mundo realizando
coberturas. ¿Cuál es la importancia de que el periodista se encuentre en el
lugar del hecho?
-Anduve por muchos países en el momento justo como
para aprender y sacar conclusiones que tenían una validez incomparable. Viajé a
Irak y Palestina varias veces, al Sahara Occidental, Marruecos, Túnez, Siria,
la ex URSS, Europa casi toda, y varios puntos clave de Latinoamérica. En todos
esos países, lo más importante fue el contacto directo con sus gentes, con sus
sueños y fracasos a la hora de pelear por sus reivindicaciones. Eso no lo
cambio por nada, y mucho menos por “mirar la guerra desde lejos para salvar el
pellejo”. Hay algunos corresponsales que a pesar de que van a los escenarios de
conflicto, es como si no existieran, ya que se encierran en los hoteles de lujo
y desde allí transmiten los que otros colegas les cuentan. Obviamente, eso no
tiene nada que ver con la palabra periodismo.
-En los procesos progresistas y de izquierda en
América Latina, ¿cómo ves el desempeño de los medios públicos?
-Una cosa es lo que deberían ser y otra muy distinta
lo que son. Creo que todo consiste en saber de qué tipo de gobierno o de
proceso político se está hablando. Si está en marcha un auténtico proceso
revolucionario, cuya meta es el socialismo, seguramente habrá que poner todo el
empeño en conformar medios públicos que acompañen esa patriada. Pero a pesar de
ello, nunca está asegurado el triunfo. Hoy hay países que entran dentro de ese
marco, como Venezuela, que han mejorado mucho sus medios, pero sobre todo han apuntado
a dar oxígeno a los medios alternativos, algo que resulta indispensable en la
idea de enfrentar al terrorismo mediático.
Otros procesos “progresistas” pero asentados en el
capitalismo, y con poca o ninguna gana de salirse del mismo, muestran medios
públicos que aún tienen muchas lagunas, que incluyen –por ejemplo a nivel
televisivo- programas de pésima calidad, que no difieren casi nada de los otros
canales comerciales.
La clave fundamental pasa por si desde los gobiernos
hay voluntad política de cambio o sólo les interesa mantener prolija la
vidriera. Si se da lo primero, los medios públicos deberán acompañar esa movida
con entusiasmo. Si no lo hicieran, hay que apurarlos y diría que casi
obligarlos. No se pueden perder más oportunidades, no hay tiempo, y nos jugamos
mucho en cada uno de estos procesos.
Foto: Facundo Andicoechea
(Publicado el 7 de julio de 2014 en www.marcha.org.ar)
(Publicado el 7 de julio de 2014 en www.marcha.org.ar)
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