miércoles, 18 de enero de 2012

Morocho Hernández hizo que Venezuela tocara el cielo del boxeo mundial


Levantó los brazos, miró hacia arriba y le agradeció a Dios. Era el 18 de enero de 1965 cuando Carlos Morocho Hernández se convertió en el nuevo campeón mundial del peso welter junior. 

Minutos antes, el estadounidense Eddie Perkins había estado durante 15 rounds abrazándolo, para cansarle los hombros y los brazos. Pero los derechazos de Hernández habían sido más certeros, buscando el hígado para bloquear el aire o una mandíbula descubierta, para rematar la pelea.

Morocho Hernández festejaba y su esposa, Yolanda, desde las tribunas dejaba atrás el sufrimiento y los nervios para sumarse a las alegrías.

El Nuevo Circo de Caracas estallaba. Por puntos, este boxeador nacido en La Pastora en 1940, se convertió en el primer campeón mundial que daba Venezuela.

Ahora Morocho Hernández está rodeado por su familia. Sus hijos lo abrazan, Yolanda se sienta a su lado y una de sus nietas lo sigue a todas partes cuando, ese cuerpo marcado por 25 años de boxeo, se mueve por la casa.

"Gracias a Dios", repite Hernández, como hace 47 años, cuando los reflectores que colgaban sobre el ring iluminaban la gloria. "Mucha felicidad", dice, y una sonrisa, que nunca falta en su cara, acompaña a sus ojos cuando mira a Yolanda.

Antes de su consagración, Hernández era un adolescente de 15 años que se inició en el boxeo amateur donde consiguió 25 triunfos y ninguna derrota, y la conquista del Cinturón de Diamante en el II Campeonato Mundial de Boxeo Aficionado, realizado en México. Para ese momento quedaban pendientes su debut profesional, en 1959, contra Félix Gil en Caracas; el fogeo de combates en Cuba y los duros entrenamientos que lo templaron sobre el cuadrilátero.

Morocho no se decide sobre cuál ha sido su mejor pelea, pero el triunfo sobre Perkins y el combate en Buenos Aires contra Nicolino Locche están entre los más recordados, como también la pelea contra Ángel Mantequilla Napoles.

Yolanda recuerda que a su esposo, como boxeador, le gustaba "ir para adelante, le gustaba fajarse" y demostrar que era el mejor.

Con un récord profesional de 60 victorias, 44 por la vía rápida, 4 empates y 12 derrotas, Hernández aconseja a los más jóvenes que "hay que cuidarse y entrenarse".
Aunque Yolanda reconoce que luego de su carrera, el boxeo para Morocho no es lo más interesante, por eso ni siquiera ve combates por televisión. Como ejemplo, explica que cuando sus hijos intentaron comenzar una carrera como púgiles, su padre fue claro al decirles que solamente iba a permitir eso, si lo tumbaban a él en un ring. Las aspiraciones de sus hijos duraron bastante poco.

Frente a los guantes de Hernández pasaron boxeadores de la talla de Douglas Vaillant, Alfredo Urbina, Kenn Lane, Lem Mattheus y Bunny Grant.

Luego de su consagración mundial, Morocho defendió el título en tres ocasiones y lo perdió contra Sandro Lopopolo, con la ciudad de Roma como escenario.

En un mundo difícil como el boxeo, donde los empresarios y promotores buscan las ganancias máximas a través de sus discípulos, los altibajos tampoco estuvieron ausentes. El alcohol, los excesos y cierta falta de disciplina hicieron mella en Morocho. Aunque Yolanda aclara que en esa época, si bien su esposo bebía, "si se tomaba un vaso de agua la prensa ya decía que era ron".

Su última pelea fue también la despedida del boxeo profesional, el 11 de mayo de 1971 cuando cayó por KO técnico en el octavo round con el escocés Ken Buchanan, en Londres.

Pero Hernández todavía se acomoda con la derecha recogida y el puño izquierdo adelante, cubriendo parte de la cara. Sonríe y deja que Yolanda vuelva al pasado, donde los disgustos se mezclaban con las alegrías de los triunfos. Dice que está orgullosa y que "es espectacular saberse la esposa del campeón del mundo".

Entre fotos en blanco y negro donde se le observa trabar los codos con Lopopolo. Entre trofeos, diplomas y guantes que en un pasado saborearon la gloria, Morocho Hernández no vacila cuando dice que en estos días está "tranquilo y pa' lante", con el calor de su familia alrededor y una sonriente vida de 71 años.

(Publicado el 17 de enero de 2012 en www.avn.info.ve)

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