lunes, 20 de septiembre de 2010

Rodolfo Walsh: periodismo y política



La aparición de Operación Masacre es un punto de partida, no solo para Walsh, sino para un nuevo periodismo que revolucionará las viejas y estructuradas escuelas. Truman Capote fue la cara visible, para el mundo, de este periodismo con su novela “A Sangre Fría”. Rodolfo Walsh desarticuló las viejas formas – y a diferencia de Truman Capote – pudo conjugar la ideología política con la investigación periodística.

En “Operación Masacre”, Walsh pasa de una tranquila partida de ajedrez (al comienzo del libro) a hundirse en el barro de José León Suárez. Los fusilamientos que Walsh investiga lo llevarán a una búsqueda frenética en dónde, además de descubrir a los autores de la masacre, conocerá los hilos del poder: la persecución que los gobernantes del estado argentino llevan a cabo a través de uno de sus pilares de sostenimiento: las fuerzas del orden.

Luego de la aparición de Operación Masacre el periodismo ya no será el mismo. Y Walsh comenzará un viaje en donde la investigación y la militancia política serán inseparables.

En el “Caso Satanowsky” las investigaciones de Rodolfo Walsh tomarán como ejes las pujas de poder entre los militares para controlar la prensa. La política y los medios -para el gobierno militar – deben ir de la mano. Walsh dejará en claro, con el correr del tiempo, que la política y la prensa deben unirse en un solo frente de lucha. A diferencia de los gobiernos uniformados, Walsh usará la prensa como camino fundamental para la revolución y la liberación del pueblo.

“¿Quién mató a Rosendo?”, tal vez sea el libro en donde la unión de política e investigación periodística queda representada con mayor claridad. El asesinato llevado a cabo por el sindicalista Augusto Vandor y sus “compinches”, será el disparador para desenmascarar a la oscura burocracia sindical del peronismo. A tal punto, que en cierto momento, el asesinato y sus víctimas quedarán de lado para abordar la descripción de los hilos del poder dentro del sindicalismo: asesinatos, fraudes electorales, rascadas de espaldas, corrupciones que todavía perduran. Un dato importante en el libro es cómo Rodolfo Walsh rearma técnicamente la historia del asesinato, que la policía – por simple olvido o por simple complicidad, o mejor dicho: “por sistemática complicidad” – no resuelve. Los gráficos y los planos del lugar, y también las posteriores reconstrucciones en el ámbito donde se produjo el tiroteo, son una muestra de las incapacidades forzosas de los encargados oficiales de esta investigación.

Rodolfo Walsh encarna el ejemplo de periodista comprometido con la lucha del pueblo. Hoy en día, donde las estadísticas y los números reemplazan las investigaciones que deberían encargarse de descubrir las máscaras del poder, la literatura de Walsh parte al medio el supuesto “periodismo de investigación”, ese periodismo que se queja, reniega, pero que no se atreve a definirse ideológicamente. Como escribió David Viñas: “si Walsh, con los rasgos artesanales de su producción, representa una suerte de cristianismo primitivo dentro de este linaje periodístico, ¿Verbistky, acaso, representa la institucionalización correspondiente al catolicismo?”. O sea: si Rodolfo Walsh representa a Jesús, Verbistky representa al Papa, la iglesia y todas las acciones que el Vaticano tiene en Wall Street.

La obra de Rodolfo Walsh ha recorrido un camino con suerte: no se ha convertido en un clásico. Walsh no duerme en el panteón de los consagrados, sino que su obra continúa en movimiento, descubriendo las artimañas del poder y revelando las miserias de un periodismo eternamente indefinido.

(Mayo – 2003)

No hay comentarios:

Publicar un comentario