jueves, 29 de diciembre de 2011

Un blues en La Coruña



La noche abraza San Telmo. El día comenzó demasiado temprano, como también los reencuentros con amigos, siempre acompañados con cerveza negra.

Ocho o nueve de la noche. Las calles palpitan aunque sea miércoles. Espero a Pablo. Hace algunos años que no nos vemos. Sabemos en qué andamos cada uno, a veces nos escribimos correos, pero la conversación, ese sentimiento de ver los gestos del otro, palpar la intensidad de sus palabras, saborear las carcajadas estruendosas, ese conjunto fraterno sólo se consigue con una charla.

Entro en La Coruña. Mesas largas, un mostrador de madera y estaño un poco vencido en el medio; detrás, casi llegando al techo, un sinfín de botellas de todos los tiempos. Algunas todavía están a medio vaciar, otras se convirtieron en piezas de museo.


Me acomodo en un rincón, contra una de las ventanas. Desde ahí puedo ver todo: algunas parejas que se acarician, dos señores que comentan alguna noticia que leyeron en el diario, un matrimonio que entra y preguntan si sirven de cenar, tres tursitas nórdicos de piel blanca y ojos celestes que beben vino sin parar. Pero la figura principal está en la otra punta del boliche. Es rubio, de rulos, flaco como una espiga y, por lo visto, hace varias horas que está borracho como una cuba. Sus largas piernas están protegidas por jeans negros; después una camisa blanca y un chaleco de cuero negro. También toca la armónica y, entre melodía y melodía, canta con voz gangosa y un poco apagada. Canta blues, canciones fantasmas, lamentos que florecieron en el sur de Estados Unidos y se esparcieron por la tierra.

En La Coruña hay tres mujeres que atienden a los bebedores y comensales. Parecen hermanas, pasaron los sesenta años y se mueven alrededor de ese hombre que no deja de tocar la armónica. Tengo la sensación de que lo protegen y por eso están atentas de que no trastabille o su vaso quede seco de cerveza.


Uno de los señores que comenta las noticias del diario se queja por ese sonido que no entiende. Pienso que, simplemente, habría que decirle que es las más exicitante música. Por suerte, nadie le hace caso y algunos lo miran con mala cara. Estamos bien entre esos aullidos de blues, vino sabroso y cervezas frías.

La noche recién comienza. Llega Pablo, nos abrazamos. Por delante sólo quedan nuestras historias, despechos fugaces, amores nacientes, literatura y política. Estamos tranquilos, porque esa noche nos protege una armónica que estremece de blues.

(Caracas, 2 de diciembre, 2011)

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Ancla: la información clandestina como resistencia a la dictadura argentina


Mientras el pesado plomo de la dictadura militar caía sobre Argentina, un puñado de periodistas y militantes revolucionarios emprendió una de las experiencias de comunicación clandestina más importante en ese país.

La Agencia de Noticias Clandestina (Ancla) tuvo una corta pero intensa duración, esquivando el asedio del aparato represivo que la Junta Militar multiplicaba por todo el territorio argentino. Encabezada por el periodista y militante de la organización Montoneros, Rodolfo Walsh, Ancla tuvo la virtud de informar sobre el silencio que sobrevolaba el país en 1976, primer año del régimen militar que duró hasta 1983.


La historia, el funcionamiento, las voces de sus protagonistas y el análisis de este medio, son los pilares que la periodista Natalia Vinelli profundiza y quedan plasmados en el libro Ancla. Una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh, editado por El perro y la rana, en la colección Alfredo Maneiro.

En la investigación, la autora indica que Ancla tenía un triple objetivo: propiciar la participación popular en el proceso comunicacional "en tanto fuentes y retransmisiones de la información", funcionar como medio de contrainformación y convertirse en "instrumento de acción psicológica contra el poder económico y financiero".

En el apéndice del libro también se pueden leer algunos de los despachos que emitió la agencia, donde resalta la calidad informativa y de redacción, además de la línea política utilizada, que busca en todo momento agudizar las diferencias entre las tres ramas de las Fuerzas Armadas que integraban la Junta Militar.

Ancla se centró en las denuncias contra las violaciones a los derechos humanos que cometía la dictadura, y que tuvieron repercusión, principalmente en el exterior, debido a la férrea censura impulsada por el régimen castrense.

Pero los despachos de la agencia clandestina llegaban a las redacciones de los grandes medios del país y quedaban atrapados por el silencio, lo que demostraba la complicidad de los dueños de esas empresas con el régimen militar.

Vinelli recuerda que entre junio de 1976 y el mismo mes de 1977, Ancla envió 200 cables, que en su mayoría fueron ignorados por los diarios y canales de televisión.

La autora analiza que la agencia dirigida por Walsh tenía una clara línea política en el marco de la resistencia a la represión estatal: "Ideológicamente la elección de un género textual no es inocente, por el contrario, implica un posicionamiento social: desde la elección de una agencia noticiosa como forma de funcionamiento, Ancla reafirmó su condición de ser la primera en recibir información. A su vez, el género le dio la posibilidad de construir información produciendo un efecto de objetividad. Ese efecto fue aprovechado para escribir sobre 'los secuestros y otros métodos ilegales', de forma tal que le hacía decir a sus informantes aquellas cosas que Ancla no podía decir (hay desaparecidos y fusilados) para proteger su identidad".

La experiencia de Ancla tuvo su primer final con el asesinato de Rodolfo Walsh por parte de los represores, el 24 de marzo de 1977. Su segundo final se estiró algunos meses más hasta el momento en que varios de sus integrantes tuvieron que exiliarse. La historia de Ancla fue ocultada por mucho tiempo, por lo que el libro de Vinelli hace justicia a un proyecto donde periodismo y militancia revolucionaria encontraron uno de los puntos más altos en Argentina.

En Ancla, las palabras pronunciadas por Walsh en 1970 fueron llevadas a la práctica para resistir a la dictadura: "Con una máquina de escribir y un papel podés mover a la gente en grado incalculable. No tengo la menor duda".

(Publicado el 20 de diciembre en www.avn.info.ve)

jueves, 15 de diciembre de 2011

En el bar de Lucas



En el bar de Lucas el tiempo se mueve lento. Hay carcajadas, amigos, algunas mujeres bonitas; también hay imágenes: un afiche que reclama la independencia del País Vasco; la figura de Pugliese bendiciendo el lugar; una foto de Jack Kerouac en blanco y negro. Kerouac es joven, las facciones angulosas, las piel suave y limpia; la cara seria y su mirada un poco perdida en cualquier lugar.

Podemos pasar las noches en ese bar, hablar, discutir, entristecernos. A nuestro lado termina una reunión política, alguien pide una cerveza, otros caminan hacia la esquina de la cuadra a fumar y los demás seguimos en un sopor dulce y profundo.

Cuando la noche acompaña, la vereda es el territorio: mesas, sillas y nosotros. Rafa habla de cine, Fer discute sus canciones, Martín regala una melodía con su trompeta antes de irse.

Y cuando las persianas bajan, adelante queda más noche para nosotros.

(Pergamino, 28 de octubre, 2011)

viernes, 9 de diciembre de 2011

Pablo de la Torriente: cronista en tierra española




(Artículo de la periodista Martha Andrés Román y publicado el viernes 9 de diciembre por Prensa Latina, sobre Pablo de la Torriente Brau, cronista latinoamericano y combatiente revolucionario)

Pablo de la Torriente Brau ocupa un lugar destacado en la historia y la cultura cubanas, debido a su labor revolucionaria y sus aportes a la literatura y el periodismo.

Nacido el 12 de diciembre de 1901 en Puerto Rico y trasladado desde pequeño a la mayor de las Antillas, su vida estuvo signada por el compromiso militante y el profundo análisis de la realidad, que lo convirtieron en un valioso cronista de su tiempo.

Como consecuencia de su oposición a la tiranía de Gerardo Machado (1925-1933) debió exiliarse en Estados Unidos, y desde ese país viajó a España para participar en la guerra civil del lado republicano, contra el ejército de Francisco Franco.

De la incursión en el conflicto ibérico nacieron numerosas crónicas que delinean de manera minuciosa y atractiva las diferentes aristas de una contienda en la que perdieron la vida más de 500 mil personas.

En Nueva York, antes de partir, escribió: “He tenido una idea maravillosa, me voy a España, a la revolución española. (...) la idea hizo explosión en mi cerebro, y desde entonces está incendiando el gran bosque de mi imaginación”.


Pablo llegó a la península en septiembre de 1936, cuando aún no habían sido creadas las Brigadas Internacionales, y ocupó el cargo de comisario de la primera tropa de choque del ejército republicano.

Durante tres meses, hasta su muerte el 19 de diciembre, alternó las labores de soldado con las de corresponsal de guerra y redactó decenas de cartas y crónicas que aparecieron reunidas en el volumen Peleando con los milicianos (1938).

Según apuntó el intelectual cubano Juan Marinello, aunque otros reporteros de la época sentían un asombro estremecedor ante los sucesos, los trabajos de Pablo develaron una gran familiaridad con el entorno, carentes de la mirada sorprendida del corresponsal foráneo.

La primera de las 14 crónicas escritas en territorio español, titulada !Des avions pour l' Espagne!, recreó el ambiente de respaldo popular hacia la República agredida que Pablo encontró a su paso por Bruselas y París.

Las manifestaciones son extraordinariamente múltiples, y a cada ocasión notable, se desbordan los sentimientos. No es un mitin, sino cien”, expresó sobre la efervescencia del momento.


En sus escritos se produjo una evolución que le permitió romper con cánones genéricos y aventurarse en relatos donde se imbricaron la crónica con la entrevista, el reportaje y el testimonio, muestra de un estilo transgresor y vívido.

Estudiosos de su obra han destacado la sensibilidad peculiar que las caracteriza, marcada por la admiración hacia España y su gente, aspecto que incide en la representación realista de los ambientes, paisajes y costumbres, para dar vida al relato y sus personajes.

Esos rasgos se combinan con un ritmo impetuoso y dinámico, a través del cual el autor describe y corre junto a los acontecimientos, como muestra de su condición de actor y no de simple espectador ante un contexto que exige militancia y talento.

Cuatro camaradas del enemigo, una de las crónicas de la guerra, refleja la incorporación de desertores franquistas al ejército republicano en Buitrago, a través de un lenguaje coloquial y marcado por expresiones onomatopéyicas.

Estábamos en la guarnición en Logroño y fuimos acuartelados. A nosotros nos dijeron en un principio que se había dado un golpe contra la República y que teníamos que disponernos a defenderla”, registró en ese trabajo.

Francisco Galán, un general de las milicias españolas, constituye una entrevista a un destacado militar republicano, en la cual Pablo recreó las escenas de un modo casi cinematográfico, mediante la alternancia de valoraciones, impresiones y datos sobre el personaje.

Así es Paco Galán, general de milicias, a un tiempo militar y político, a la vez estratega y comisario, organizador y táctico, creador de soldados y director de combates; hombre en realidad magnífico, lleno de interés humano y revolucionario”, refirió.

La estructura poco convencional de las crónicas se manifestó también en el texto titulado En el parapeto, en el cual narró, entre otros hechos, una polémica sostenida con un cura franquista y el enfrentamiento entre los dos bandos contendientes.

En la guerra cabe la astucia, pero no la hipocresía. Por eso, tan pronto como la oscuridad lo permitía, los hombres sacaban la cabeza fuera de los parapetos y comenzaban a insultarse unos a otros (...) Era un combate en que el ingenio tomaba una parte principal”, afirmó.

En cada uno de los materiales resalta la capacidad del autor para dibujar ambientes, caricaturizar al enemigo y construir una historia de no ficción con altos valores literarios y narrativos.

Víctor Casaus, director del centro cultural Pablo de la Torriente, en la capital cubana, explicó en una ocasión que la obra del periodista es muestra de inteligencia, rigor, autenticidad, compromiso y capacidad de juzgar los problemas de su tiempo.

Las crónicas de guerra de Pablo son instrumentos en medio del conflicto, y como tal, retan y transforman las teorías del periodismo y la percepción de los lectores, los cuales pueden seguir de cerca la vida y los ideales de los héroes republicanos.

A 110 años de su nacimiento, Pablo continúa siendo una figura cimera del periodismo cubano de todos los tiempos, caracterizado por esa capacidad escudriñadora que lo llevó a decir cuando llegó a España: “No me canso de ver todo esto (...) Todo es espectáculo para mí”.